EL ESTRES DEL DEPORTISTA

La presión que soportan los deportista no se circunscribe exclusivamente a la actividad deportiva. Cada día estamos en condiciones de recibir estímulos, situaciones, y circunstancias que podemos interpretar como un riesgo y que pueden llegar a convertirse en un factor de estrés. Hoy tratamos uno de los factores que más frecuentemente se encuentran en la consulta de psicología por el grado de incapacidad que genera.
Es necesario conocer qué es, como prevenirlo y gestionarlo para evitar las consecuencias negativas que nos puede traer. Del mismo modo, podemos utilizarlo en la vida y en el deporte para mejorar el rendimiento.
En este tipo de situaciones se produce una percepción subjetiva de peligro que activa los mecanismos biológicos necesarios para la supervivencia. Una situación de este tipo, requiere una gran cantidad de energía para enfrentarse a ella, soportarla o huir. Por ello, algunos sistemas fisiológicos son activados (movilización de la glucosa, aumento del ritmo cardiaco, presión sanguínea, aumento del tono muscular especialmente en las extremidades…) y se paralizan aquellos procesos que se estuvieran llevando a cabo y tengan un carácter más a largo plazo, que se ralentizan o paralizan (digestión, reproducción, sistema inmunitario…) De esta forma el organismo se prepara para afrontar con eficacia la situación amenazante.
Esta interpretación se puede elaborar al presentarse sucesos vitales intensos y extraordinarios, sucesos diarios repetitivos de menor intensidad o en situaciones de tensión crónica mantenida en el tiempo.
Hay tres fases que se atraviesan en una situación de estrés:
  • Fase de alarma: es la primera reacción que activa el organismo y mejora la atención y la memoria para lograr la preparación a la nueva situación que se presenta.
  • Fase de resistencia: durante esta se produce una adaptación del organismo a la situación amenazante que genera una disminución de los síntomas físicos.  
  • Fase de agotamiento: si la situación estresante se prolonga en el tiempo el organismo no puede soportarlo y pierde la adaptación y la resistencia generando enfermedades físicas.
Las consecuencias del estrés son graves y variadas:
  • Trastornos coronarios: hipertensión arterial, enfermedad coronaria, taquicardias, arritmias cardiacas episódicas, aneurismas y embolias.
  • Trastornos respiratorios: asma, síndrome de hiperventilación, taquipnea, disnea y opresión torácica.
  • Trastornos inmunológicos: menos resistencia a enfermedades infecciosas y/o bacterianas, exacerbar el herpes simple, desarrollo de enfermedades autoinmunes
  • Trastornos endocrinos y metabólicos: diabetes, obesidad
  • Trastornos sexuales: inapetencia sexual, infertilidad, coito doloroso, vaginismo, amenorrea, abortos, disfunción…
  • Trastornos gastrointestinales: ulceras, necrosis, enfermedad de crohn, dolores, dispepsia, nauseas, flatulencias, diarreas
  • Trastornos dermatológicos: prurito, sudoración excesiva, dermatitis atópica, psoriasis, alopecia, urticaria crónica, tricotilomania
  • Trastornos musculares: rigidez muscular, dolores, cefaleas tensionales, tics, temblores, contracturas musculares mantenidas…
  • Trastornos psicopatológicos: ansiedad, miedos, fobias, depresión, estrés postraumático, trastornos esquizofrénicos, conductas adictivas, conductas obsesivas compulsivas, problemas de insomnio, trastornos de alimentación, de personalidad y problemas en las relaciones.
La importancia que tiene para el deportista saber gestionar este tipo de problemas es más que evidente por cómo influye en su salud y en su rendimiento deportivo. Especialmente en el mundo del deporte encontramos varias fuentes de estrés, que pueden perjudicar si se mantienen a la salud del propio deportista

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