¿Donde nos colocamos en los ascensores?
Según los estudios existe un "claro orden social en la forma en que las personas se sitúan" y en el modo en que interactúan con los monitores y los espejos.
"Los hombres mayores tienden a dirigirse al fondo de la cabina del ascensor, después se sitúan los hombres más jóvenes y a continuación las mujeres de todas las edades".
En cuanto a la mirada, "Los hombres miraban las pantallas y miraban en los espejos a sí mismos y a los demás", asegura. "Las mujeres solían mirar las pantallas y evitaban contacto visual (salvo que tuvieran una conversación) y con los espejos". Solo cuando las mujeres viajaban con otras mujeres, utilizaban los espejos y en las entrevistas aseguraban usarlos solo cuando estaban solas en el ascensor.
De alguna manera, a los hombres mayores se colocaban en una especie de situación privilegiada desde donde pueden observar a todos los demás sin que les importe que les pillen mirando. Los más jóvenes, por su parte, se colocaban en una zona intermedia y las mujeres en la parte donde no tienen que cruzar la mirada con nadie.
En cualquier caso, se requieren más estudios porque la primera explicación parece demasiado simplista. "Puede que la gente más tímida se ponga en la parte frontal", dice, "donde no les pueden ver los otros usuarios, mientras que la gente más atrevida se pone atrás donde pueden ver a los demás".
El poder de la conformidad social
Mirar al techo en los ascensores y evitar la mirada es una respuesta automática e instintiva, programada en nuestro cerebro tras miles de años de evolución y supervivencia. Esto evita los conflictos, y hemos desarrollado esta respuesta para no dar señales hostiles y evitar una pelea.
Otro factor que condiciona nuestras reacciones en un espacio social como los ascensores es el comportamiento del grupo. Cuando estamos rodeados de otros, tendemos a seguir el comportamiento del grupo y a eliminar nuestra individualidad
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